miércoles, 10 de mayo de 2023

Musica de cine

Ayer estuvimos toda la familia en el auditorio en un concierto homenaje a la música del cine y a John Williams en particular. Hay pocas cosas tan potentes como la música para hacerte viajar en el tiempo y volver a emocionarte igual que cuando la escuchaste por primera vez. Si a eso le añadimos que es la banda sonora de las películas con las que creciste, allá por los 80-90, el subidón no puede ser mayor. Estuve la mayor parte del concierto con la piel de gallina. Sonaba ET y recordaba perfectamente la salida del cine Arlequín, con mis padres, totalmente extasiado. Indiana Jones fui a verla con amigos en un cumpleaños. Otras más clásicas como el Puente sobre el río Kwai, la vi en "Sesión de tarde",  en casa, con mi hermano, cuando ver una película en casa era el acontecimiento de la semana, sobre todo si era "de vaqueros, o de guerra". Encuentros en la Tercera fase, Parque Jurásico, por supuesto Superman y La Guerra de las Galaxias. Una maravilla. 

Lo cierto es que este concierto me ha supuesto una excusa para divagar sobre cómo ha cambiado el modo de disfrutar de la música desde mi adolescencia hasta ahora.

Antes ir a comprar discos era un plan cojonudo, que solo podías hacer después de haber ahorrado una buena pasta. Previamente habías leído en el Rolling Stone o en Rock de Lux que Black Crowes había sacado un discazo. Recorrer los pasillos llenos de CDs en busca del disco objetivo. Valorar si no era mejor comprar el Sgt Pepper, o The Wall que no los tenías todavía. Volver a casa del Discoplay con la ansiedad de escuchar tus nuevas compras en tu aparato stereo, examinando en el bus la carátula y leyendo las letras del cuadernillo, eran partes esenciales de la ceremonia. Y luego, escuchar un álbum completo a toda tralla, de cabo a rabo, una y otra vez, eligiendo los mejores temas... qué maravilla, o qué decepción, pero qué grandes ambas. Pura emoción. 

A los chavales hoy les sigue flipando la música. Probablemente mis hijos tienen mucha más cultura musical que yo a su edad. Lógico, yo les he ido transmitiendo casi todo mi gusto por la música,  mis grupos favoritos, mi manera de disfrutarla, también la capacidad crítica. Les hemos educado con banda sonora original, siempre ha habido música en casa. Pero aún así no saben lo que es masticarse un álbum entero de REM, o Radio Futura o Police. Escucharlo una y otra vez, descubrir el "tono" del disco. Adivinar cuáles van a ser los singles... nada. De eso nada. Conocen todos los hits de mis grupos favoritos, pero esas caras B quedarán para ellos en el silencio más total, como diría Antonio Vega. Mi pregunta es ¿Quién escucha un álbum completo ahora? ¿Quién se toma el tiempo de ir a una tienda a elegir un disco? En el mejor de los casos se escucha el disco un par de veces y se eligen dos o tres canciones para tu lista de reproducción de "Party loca" o "para dormir", o poniéndome nostálgico ochentero "baladas heavys". No sé a lo mejor me equivoco y no es así. A lo mejor los chavales sí que hacen ese trabajo de cribado de los discos al completo, ese conocimiento global del artista, que es como el matrimonio, en lo bueno y en lo malo. Mucho me temo que no es así. Ya me dirán.

Lo cierto es que la inmediatez, la amplia disponibilidad, los bajos precios, han devaluado la música. Es así, es muy paradójico pero cuánto más fácil tenemos el acceso a la música, cine, libros, etc... menos valor le damos. En general creo que esto lo podemos extrapolar casi a cualquier actividad humana. Pero eso es tema para un libro, no para un post. 


Felicidad, que bonito nombre tienes

La pregunta que nos hacemos todos ahora, (hace 100 años no era tan importante) es cómo conseguir ser feliz. Se ha impuesto como una especie...