domingo, 16 de mayo de 2021

Que viene el coco

Paseando el otro día por el campo me crucé con bastante gente. Bueno, bastante no, unas quince o veinte personas durante un par de horas. La gran mayoría paseaban con mascarilla puesta, incluso ciclistas y corredores en pleno esfuerzo físico. Yo no. A lo mejor soy un ignorante, un viva la virgen, un desalmado insolidario irresponsable. A lo mejor soy todas esas cosas. Pero es que le doy alguna vuelta a las cosas que nos van contando y no me entra en la cabeza que contagies a alguien o te contagies paseando por un camino rural en el que te cruzas 10 personas como mucho en el transcurso de una hora de paseo. No lo entiendo. No. 

Nuestros líderes nos tratan como si fuéramos niños. Y a muchos les encanta. Que te tranquilicen, que te quiten la responsabilidad. Porque papá Estado se ocupa de todo, y lo sabe todo. Hay que hacer lo que te digan y todo saldrá bien.  

Febrero 2020, empiezan las noticias sobre el virus en China y nos dicen que no va a pasar nada. 

"Oye que en China están haciendo hospitales de campaña gigantes." "Que a Europa no va a llegar." 

"Oye, que en Italia están hasta arriba de contagios". "Y si llega, será como una gripecilla." 

"Oye, que me llegan imágenes de muertos por las calles en China". "Y si es más que una gripe, solo será grave para los que ya tienen problemas de salud previos". 

"Oye que en España están aumentando los ingresos por neumonía a lo bestia, en todas las edades"."..."

 "Oye, que vamo por 80.000 muertos". "Y además no hace falta mascarilla porque el virus no se transmite por el aire." 

"Oye, yo estoy viendo a todos los chinos con mascarilla. "Y puedes ir a todos los actos masivos que quieras, 8M, misas, fútbol, mitins." 

"Oye, que el Mobile World Congress de Barcelona lo han suspendido las propias empresas". "Duerme tranquilo niño, duerme tranquilo, ciudadano, que no hay coco, y papá estado sabe muy bien todo, papá estado te da certezas, papá estado se ocupará de todo". 

"Oye... "

Pero la realidad es muy cabrona. Y papá estado no lo sabe todo, porque con un virus nuevo, NADIE SABE NADA. Nadie.

Si se tratara al ciudadano como a un adulto, por prudencia, en marzo 2020 nos deberían de haber advertido de que no se sabía mucho de la nueva enfermedad. Si no se sabía cómo se producía la transmisión, habría que haberlo advertido. Nada de esto se hizo. Se dieron certezas sin saber. ¡Se dijo que las mascarillas no eran necesarias por el simple hecho de que no había stock para todos!   

Advertir de que no se dispone de mucha información es una información fundamental. No tranquiliza, pero es imprescindible para que podamos tomar decisiones. Como adultos, responsables. 

Y ahora, que disponemos de mucha más información, seguimos sin considerar adultos a los ciudadanos. Ahora sabemos que los contagios se producen en espacios cerrados o cuando no se respeta la distancia. ¡Lo sabemos! Tenemos un año de experiencia y lo sabemos. Sin embargo nos obligan a ir con mascarilla por la calle, en calles no saturadas. Papá estado manda



viernes, 14 de mayo de 2021

DOS LIBROS DE LA GUERRA CIVIL


Hace un par de meses leí dos buenos libros sobre la Guerra Civil española. 


La línea de fuego, de Pérez Reverte. Aunque es un libro enorme, en todos los sentidos, relata una operación pequeña, en un pueblo cerca del río, en la definitiva Batalla del Ebro. No hay trascendencia en la posición, es un pueblo inventado, con un valor estratégico mínimo. Esta irrelevancia intencionada confiere a este episodio un carácter simbólico de toda la contienda. La tesis de esta novela, es que la guerra civil española fue un horror absurdo, donde no hay bando bueno y bando malo y donde cada personaje tiene en su biografía una motivación comprensible y distinta por la que luchar (o no luchar) en uno y otro bando. Esta comprensión no es sino una constatación del fracaso más absoluto de la sociedad, si todos tenían razones para combatir, es que la guerra era irremediable, la guerra civil como consecuencia no como causa. Por otro lado aún reconociendo este fracaso, Reverte concede al enfrentamiento una grandeza  que la convierte en la prueba definitiva donde cada hombre muestra la pasta de la que está hecho. 

Reverte lo hace bien, te traslada a la batalla, a la primera línea y el polvo se te mete en los ojos, los tímpanos te revientan con las granadas, la sangre del compañero te mancha tu camisa, que apesta a sudor. Oyes las balas silbando, fumas tabaco de picadura, y engrasas tu mauser para la siguiente escaramuza. Se nota que sabe de lo que escribe, le saca partido a su experiencia como corresponsal de guerra. En este escenario tan convulso van apareciendo una extensa panoplia de personajes como si fuera el salón de una obra de Jardiel Poncela. El capitán republicano descreído, el heroico y responsable alférez legionario, la valiente feminista, el desertor que acaba luchando más que nadie, el pragmático moro, mejor adaptado a la barbarie que ninguno, el dinamitero comunista, el malvado comisario político soviético, el iluminado requeté catalán, los insensibles altos mandos, los periodistas, y muchos más... Todo un poco forzado. Para mí, es el mayor error de esta novela, le resta credibilidad a la magnífica puesta en escena de la guerra. Además toda esa presentación de personajes, alarga en exceso el libro, que alcanza casi las setecientas páginas. Puedes acabar exhausto con tanta batalla. Aún así merece la pena, lo recomiendo. Eso sí, no apto para almas apacibles, que no soportan la literatura épica de guerra, muerte y heroísmo. 


Con un par semanas de antelación leí también A sangre y fuego, de Chaves Nogales. Compré este libro por la admiración que le tiene el locutor Carlos Alsina, al cual escucho cada mañana, con la misma fidelidad que un feligrés a su párroco, aunque con menos devoción. Confieso que no conocía a Chaves Nogales, y según leo reseñas sobre su vida, entiendo por qué le gusta tanto a Alsina. Él propio Chaves Nogales se definía como un pequeño burgués liberal, enemigo de los extremismos de ambos lados del espectro político. Por eso mismo fue considerado un traidor para los dos bandos de la guerra civil y tuvo que exiliarse en Francia primero y después en Inglaterra. El libro se compone de nueve relatos variados sobre distintas situaciones vividas en la guerra. Desde el estado de terror del Madrid bombardeado por los nacionales y sometido al terror de las checas, a la crueldad de los terratenientes contra los jornaleros. Desde la banda de delincuentes que enarbola la bandera de la revolución para saquear allí por donde pasan, a la nobleza primitiva de los feroces moros regulares. Un mosaico que al final se transforma en un nítido espejo en el que se ve reflejado el terrible desastre que fue la guerra civil, alentada por los dos irreconciliables bandos, y sufrida por todos, no solo durante los tres años que duró, si no durante los 40 siguientes. Este desastre que fue fruto de una visión de la política y de la sociedad en la que el contrario, el que no piensa como tú es visto como un enemigo o un gilipollas. Todo muy actual, por desgracia.




Felicidad, que bonito nombre tienes

La pregunta que nos hacemos todos ahora, (hace 100 años no era tan importante) es cómo conseguir ser feliz. Se ha impuesto como una especie...