miércoles, 19 de julio de 2023

Felicidad, que bonito nombre tienes


La pregunta que nos hacemos todos ahora, (hace 100 años no era tan importante) es cómo conseguir ser feliz. Se ha impuesto como una especie de obligación, de mandato social. Si no haces todo lo posible para ser feliz, eres un pirado, un raro. Claro, ¿quién no quiere ser feliz? 

Pero, entremos en el concepto de felicidad. Para unos, los optimistas, es un estado de ánimo que se puede alcanzar, y de alguna manera puedes retener y permanecer en él. Para los moderados, existen momentos de felicidad, pero son puntuales, y a lo largo del tiempo dependerá de cuántos han sido los buenos momentos y cuántos los malos y de qué calibre para determinar si has tenido una vida feliz y plena. Luego tenemos a los cenizos y pesimistas, que niegan la existencia de la felicidad más allá de ser un concepto filosófico. Podremos tener momentos de plenitud, placer y de alegría pero nunca de felicidad plena, ya que somos mortales y sabemos que sufriremos cuando esos momentos de alegría se alejen. 

Si tuviera que alinearme con una de los tres grupos que he mencionado antes, supongo que me definiría como un pesimista moderado. No creo que sea posible alcanzar la felicidad plena. "Soy muy feliz" me parece una frase para una entrevista del HOLA. 

Olvidarse de la felicidad es el camino más corto para acercarse a ella. No estoy hablando de renunciar a tus deseos para no sufrir la frustración de no conseguirlos. Tampoco renuncio a amar profundamente a alguien, aunque te arriesgues al tremendo dolor de perderlo. Según lo veo, la paradoja es que la negación de la existencia de la felicidad es mejor la manera de acercarse ella. No consiste en renunciar a tus deseos para ser más feliz. Esa finalidad, ese "para ser más feliz", lo estropea todo. 

La plenitud de una vida hay que aceptarla con todo lo que conlleva. Hay momentos, incluso épocas, donde la libertad, el amor y la belleza lo llenan todo, en la que puedes caer en el error de que van a ser eternos. Los hombres tenemos la costumbre de asumir que las cosas son permanentes, nos olvidamos de lo fugaces que somos. Si nuestra vida entera es una chispa, imaginad lo que es un enamoramiento, un duelo por un ser querido, una ruptura, el éxito profesional, un accidente de tráfico... Solo el reconocimiento de que llegarán momentos duros y otros felices, unos sobrevenidos y a veces predecibles, y la aceptación de los mismos como parte del trato, te va a ayudar a superarlos. No digo que sea fácil. Y mucho menos, que yo tenga la fortaleza de carácter para afrontarlo de esa manera, pero sí que atisbo que por ahí hay una senda que me gustaría seguir. 

lunes, 17 de julio de 2023

Un mundo perdido

Nueva visita al museo. No creáis que voy de cultureta, porque no es así. Disfruto mucho de la cultura pero realmente apenas aprovecho las enormes posibilidades que te da vivir en Madrid. Me interesa, e intento estar enterado, pero reconozco que no profundizo en los temas. Me doy un buen barniz, suficiente para tener una opinión y una cierta mirada crítica pero poco más. En fin, no me voy a liar con este tema porque no es el que me trae hoy a estas teclas.

Me ocurrió ayer con varias, bastantes obras, sobre todo paisajes, aunque bien podrían haber sido retratos o bodegones. Sus autores consiguieron que yo reconociera su mirada sobre esos paisajes. Y al identificar su visión, su concentración, su entusiasmo, su nostalgia o su repugnancia, al observar lo que pintaban, me adentré en un mundo perdido que jamás volverá, en su mundo. Unos campos de labranza que, aunque viajara hasta el punto exacto donde fueron pintados no estarán ahí. No porque ahora hay un polígono industrial, ni porque un horrible tractor haga el trabajo de esa cuadrilla de campesinos. Aunque todo hubiera permanecido exactamente igual, aunque hasta las mismas líneas del arado no se hubieran borrado en esos campos, mi mirada no sería la misma. Esas hojas no caerían igual, ni las espaldas de esos campesinos estarían tan vencidas, el viento no acariciaría el trigo de esa manera y esos soles no quemarían con esa intensidad. Estas obras no son documentos gráficos de cómo era el mundo en aquella época, al menos no sólo. No son pinturas de paisajes, son paisajes de almas, las de Van Gogh, las de Millet, las de Pisarro. En eso encuentro el máximo placer de contemplar estos cuadros. Porque son pedazos de un mundo perdido, el universo interior de cada uno de estos genios. Sus obsesiones, sus filias, sus fobias, sus estados de ánimo. Sus instantes.

Puede que todo esto no sea más que una obviedad, pero a veces las obviedades esconden el verdadero valor de las cosas y precisamente por ser evidentes no se les concede ni el derecho a unos solitarios párrafos.... 

jueves, 13 de julio de 2023

Las primeras veces

La plácida y monótona melodía de mi primera caja de música, una cara de osito, que me ponían para dormir.  Oigo todavía hasta el crujir del mecanismo al tirar excesivamente de la cuerda. Su melodía descansa entre mis recuerdos más primarios.

La emoción al disfrazarme por primera vez, de Superman, por supuesto. La licra azul apretándome los brazos, y yo de pie, feliz y orgulloso sobre la silla del cuarto de estar, mientras mamá me ayuda a ponerme las calzas rojas sin suela.

El frío intenso del primer baño de cada año en la piscina todavía a medio llenar, con la tarde ya echada, casi a oscuras, animado por el jaleo de mis amigos, que eran más frioleros, o menos entusiastas. 

La inseguridad del primer día en un colegio nuevo. Atento a todas las caras, obediente a todas las indicaciones. El olor a sudor infantil y goma de borrar de las clases. 

El placer de la primera vez que olí el aroma a pan recién hecho de Hoyos Mari. Un olor que casi calentaba la plaza del colegio en las mañanas heladas de enero. Era tan intenso como un segundo desayuno. 

La impaciencia por llegar a casa y escuchar el primer vinilo que compré en Discoplay. El recorrido de vuelta en el 150, fisgoneando la carátula, evaluando el diseño gráfico, anticipando las canciones al leer las letras. 

La pena e incomprensión del primer luto, un abuelo. El gusto amargo de las lágrimas que no salen y se quedan en la garganta. La escenografía de la muerte percibida por primera vez.

La sensación de vértigo y libertad de mi primer viaje solo, sin móvil, sin gps. Los documentos, los billetes, los auriculares, los mapas, el libro...

El amargor adulto de mi primera cerveza y los mareos del primer pitillo. Ese mirar a través del humo, atento a las reacciones de los demás.

El escalofrío y la curiosidad del primer beso con lengua. La timidez al principio, el exceso más tarde. Los alientos en el cuello, como mariposas. Las manos inquietas, viajeras. 

El ilusionante olor a pintura fresca en mi primera casa. El eco prometedor del salón sin amueblar. Los proyectos y fantasías que se acumulan en las habitaciones vacías.

La primera vez que coges a tu bebé, sentir su futuro en esa ligereza. Y sentir esa vida nueva como un fragmento de tu alma escapada de ti, libre e incierta.

Hay miles de primeras veces que componen el mapa de mis recuerdos más sensoriales. Esas primeras veces quedan en mí, no como una historia que relatar sino como un volver a sentir,  una máquina del tiempo real en la que me pierdo cuando me deslizo por la tentadora pendiente de la melancolía.

sábado, 1 de julio de 2023

Escribir


No puedo olvidar el placer del bolígrafo deslizándose sobre el papel. 

No quiero renunciar a divagar, a sentirme creador de instantes, 

consciente de que son insustanciales. 

Consciente de la efímera belleza  

que mi entusiasmo imprime en unas palabras vulgares.

Qué difícil es ser sincero al escribir, 

obviar la permanencia del texto,

que será un testigo incómodo en un futuro incierto.

Qué difícil es desnudar las palabras de sus consecuencias, 

liberarlas de sus efectos. 

Qué extraño es intentar atrapar

pensamientos y emociones

entre la tienta y el papel. 

miércoles, 10 de mayo de 2023

Musica de cine

Ayer estuvimos toda la familia en el auditorio en un concierto homenaje a la música del cine y a John Williams en particular. Hay pocas cosas tan potentes como la música para hacerte viajar en el tiempo y volver a emocionarte igual que cuando la escuchaste por primera vez. Si a eso le añadimos que es la banda sonora de las películas con las que creciste, allá por los 80-90, el subidón no puede ser mayor. Estuve la mayor parte del concierto con la piel de gallina. Sonaba ET y recordaba perfectamente la salida del cine Arlequín, con mis padres, totalmente extasiado. Indiana Jones fui a verla con amigos en un cumpleaños. Otras más clásicas como el Puente sobre el río Kwai, la vi en "Sesión de tarde",  en casa, con mi hermano, cuando ver una película en casa era el acontecimiento de la semana, sobre todo si era "de vaqueros, o de guerra". Encuentros en la Tercera fase, Parque Jurásico, por supuesto Superman y La Guerra de las Galaxias. Una maravilla. 

Lo cierto es que este concierto me ha supuesto una excusa para divagar sobre cómo ha cambiado el modo de disfrutar de la música desde mi adolescencia hasta ahora.

Antes ir a comprar discos era un plan cojonudo, que solo podías hacer después de haber ahorrado una buena pasta. Previamente habías leído en el Rolling Stone o en Rock de Lux que Black Crowes había sacado un discazo. Recorrer los pasillos llenos de CDs en busca del disco objetivo. Valorar si no era mejor comprar el Sgt Pepper, o The Wall que no los tenías todavía. Volver a casa del Discoplay con la ansiedad de escuchar tus nuevas compras en tu aparato stereo, examinando en el bus la carátula y leyendo las letras del cuadernillo, eran partes esenciales de la ceremonia. Y luego, escuchar un álbum completo a toda tralla, de cabo a rabo, una y otra vez, eligiendo los mejores temas... qué maravilla, o qué decepción, pero qué grandes ambas. Pura emoción. 

A los chavales hoy les sigue flipando la música. Probablemente mis hijos tienen mucha más cultura musical que yo a su edad. Lógico, yo les he ido transmitiendo casi todo mi gusto por la música,  mis grupos favoritos, mi manera de disfrutarla, también la capacidad crítica. Les hemos educado con banda sonora original, siempre ha habido música en casa. Pero aún así no saben lo que es masticarse un álbum entero de REM, o Radio Futura o Police. Escucharlo una y otra vez, descubrir el "tono" del disco. Adivinar cuáles van a ser los singles... nada. De eso nada. Conocen todos los hits de mis grupos favoritos, pero esas caras B quedarán para ellos en el silencio más total, como diría Antonio Vega. Mi pregunta es ¿Quién escucha un álbum completo ahora? ¿Quién se toma el tiempo de ir a una tienda a elegir un disco? En el mejor de los casos se escucha el disco un par de veces y se eligen dos o tres canciones para tu lista de reproducción de "Party loca" o "para dormir", o poniéndome nostálgico ochentero "baladas heavys". No sé a lo mejor me equivoco y no es así. A lo mejor los chavales sí que hacen ese trabajo de cribado de los discos al completo, ese conocimiento global del artista, que es como el matrimonio, en lo bueno y en lo malo. Mucho me temo que no es así. Ya me dirán.

Lo cierto es que la inmediatez, la amplia disponibilidad, los bajos precios, han devaluado la música. Es así, es muy paradójico pero cuánto más fácil tenemos el acceso a la música, cine, libros, etc... menos valor le damos. En general creo que esto lo podemos extrapolar casi a cualquier actividad humana. Pero eso es tema para un libro, no para un post. 


jueves, 7 de abril de 2022

NO A LOS DEBERES

Leo en Facebook a un amigo pidiendo "No a los deberes" y me hace pensar.

SÍ a los deberes en momentos puntuales que el profesor juzgue necesarios. NO a los deberes por sistema. NO al exceso de deberes repetitivos y aburridos. NO a aprender la literalidad de las definiciones del libro, para cascarlas en los exámenes y olvidarlas al día siguiente. SÍ a la asimilación de los conceptos, para lo cual es FUNDAMENTAL una explicación interesante, entretenida y motivada por parte del profesor. ¿Dífícil? Muy difícil, nadie dijo que ser profesor fuera sencillo. Tampoco es sencillo anunciar laxantes o papel de water y se hacen grandes campañas. 

NO al castigo como método de enseñanza. Parece mentira, pero esto tan básico, tan
evidentemente inútil, todavía se sigue aplicando. El "si lo haces mal, si te equivocas, si no lo terminas, te quedas sin patio", lo siguen padeciendo muchísimos niños. Los castigos y amenazas NO sirven para provocar la acción, sino frenarla. Sólo funcionan, y no siempre, para evitar conductas negativas. NO a la educación industrial en serie. Los alumnos son todos diferentes, no hay un patrón al que amoldarlos. NO a los métodos de profesores que llevan 30 años haciendo lo mismo... cuando probablemente no funcionó ni el primer año.

SÍ al refuerzo positivo, SÍ al premio para el que lo merece. SÍ a perder el temor a equivocarse. SÍ a fomentar el esfuerzo a través de la motivación, del interés por parte del profesor. SÍ al profesor apasionado por su trabajo, porque le contagiará esta pasión a sus alumnos.  SÍ a la actualización de los métodos de enseñanza. SÍ a la formación permanente de los profesores. SÍ a la evaluación del profesorado por parte de alumnos y/o padres. SÍ al colegio como un centro de interés y descubrimiento.  



domingo, 16 de mayo de 2021

Que viene el coco

Paseando el otro día por el campo me crucé con bastante gente. Bueno, bastante no, unas quince o veinte personas durante un par de horas. La gran mayoría paseaban con mascarilla puesta, incluso ciclistas y corredores en pleno esfuerzo físico. Yo no. A lo mejor soy un ignorante, un viva la virgen, un desalmado insolidario irresponsable. A lo mejor soy todas esas cosas. Pero es que le doy alguna vuelta a las cosas que nos van contando y no me entra en la cabeza que contagies a alguien o te contagies paseando por un camino rural en el que te cruzas 10 personas como mucho en el transcurso de una hora de paseo. No lo entiendo. No. 

Nuestros líderes nos tratan como si fuéramos niños. Y a muchos les encanta. Que te tranquilicen, que te quiten la responsabilidad. Porque papá Estado se ocupa de todo, y lo sabe todo. Hay que hacer lo que te digan y todo saldrá bien.  

Febrero 2020, empiezan las noticias sobre el virus en China y nos dicen que no va a pasar nada. 

"Oye que en China están haciendo hospitales de campaña gigantes." "Que a Europa no va a llegar." 

"Oye, que en Italia están hasta arriba de contagios". "Y si llega, será como una gripecilla." 

"Oye, que me llegan imágenes de muertos por las calles en China". "Y si es más que una gripe, solo será grave para los que ya tienen problemas de salud previos". 

"Oye que en España están aumentando los ingresos por neumonía a lo bestia, en todas las edades"."..."

 "Oye, que vamo por 80.000 muertos". "Y además no hace falta mascarilla porque el virus no se transmite por el aire." 

"Oye, yo estoy viendo a todos los chinos con mascarilla. "Y puedes ir a todos los actos masivos que quieras, 8M, misas, fútbol, mitins." 

"Oye, que el Mobile World Congress de Barcelona lo han suspendido las propias empresas". "Duerme tranquilo niño, duerme tranquilo, ciudadano, que no hay coco, y papá estado sabe muy bien todo, papá estado te da certezas, papá estado se ocupará de todo". 

"Oye... "

Pero la realidad es muy cabrona. Y papá estado no lo sabe todo, porque con un virus nuevo, NADIE SABE NADA. Nadie.

Si se tratara al ciudadano como a un adulto, por prudencia, en marzo 2020 nos deberían de haber advertido de que no se sabía mucho de la nueva enfermedad. Si no se sabía cómo se producía la transmisión, habría que haberlo advertido. Nada de esto se hizo. Se dieron certezas sin saber. ¡Se dijo que las mascarillas no eran necesarias por el simple hecho de que no había stock para todos!   

Advertir de que no se dispone de mucha información es una información fundamental. No tranquiliza, pero es imprescindible para que podamos tomar decisiones. Como adultos, responsables. 

Y ahora, que disponemos de mucha más información, seguimos sin considerar adultos a los ciudadanos. Ahora sabemos que los contagios se producen en espacios cerrados o cuando no se respeta la distancia. ¡Lo sabemos! Tenemos un año de experiencia y lo sabemos. Sin embargo nos obligan a ir con mascarilla por la calle, en calles no saturadas. Papá estado manda



Felicidad, que bonito nombre tienes

La pregunta que nos hacemos todos ahora, (hace 100 años no era tan importante) es cómo conseguir ser feliz. Se ha impuesto como una especie...